The ant house

Hay una potencia en el fluir innegable de su pelo,

al tiempo que

vaciadas se quedan las anécdotas

que evitaban el mal de ojo,

padecer la periferia del subdesarrollo,

tolerar que todas las plantas domésticas murieran.

Hay mi ojo fijo en su pelo una mañana cualquiera

de estos decenios,

juro que lo veía como un riachuelo débil,

delicado,

y pensaba, de todo corazón y sin censura,

“levántate Lázaro”

y no pasaba nada.

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